Es curioso como de la negrura propia de la Melancolía pueda surgir la blancura de la delicia. Como paso la mayor parte del tiempo sentado o tumbado sobre la verde pradera, pues a veces se me pasa tan deprisa el tiempo que, cuando quiero darme cuenta, ya es de noche y claro, uno lo ve todo negro, así, como de repente.
Afortunadamente, luego viene el día y la luz surge por sí misma de esa oscuridad. Y, claro, con tanta luz repentina, lo menos que se pueden ver son alucinaciones varias y, de entre todas las percibidas, me quedo con ésta que el Bosco tuvo en su momento y que a mi, por qué no decirlo, me gusta.
Me recuerda muy mucho a la numerosa prole que habita el jardín donde la locura se convierte en cotidianeidad de tal suerte que, paradójicamente, los cuerdos al ser minoría parecen los locos y los locos se convierten en cuerdos por simple mayoría.
Creo que a la vista de lo dicho, me gustaría quedarme entre los no cuerdos, quizá simplemente por eso de llevar la contraria.
Hace 10 años
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