jueves, 9 de julio de 2015

La Refutación de la Naturaleza











Pongo aquí a continuación una breve parte del Tratado intitulado LA REFUTACIÓN DE LA NATURALEZA, de Jean de Mehung.

Recomendando la lectura completa, por supuesto, de la citada Obra, el extracto que aquí se presenta, y que coresponde al principio de la misma, es suficientemente elocuente y aclaratorio sobre múltiples errores que los practicantes y amantes de esta noble Arte comenten al intentar pensar en lugar de sentir y escuchar lo que la propia Naturaleza nos quiere decir.

Que aproveche.

El Hortulano


Habla la Naturaleza:
¡Santo Cielo! ¡Cómo me entristece ver a la raza humana, a la que Dios creó perfecta, en Su Propia Imagen y Semejanza, llamada a señorear la tierra, alejarse tanto de mí! Me refiero especialmente a ti, oh filosofastro impasible, que presumes de químico práctico y de buen filósofo y que sin embargo, careces de todo conocimiento acerca de mí, de la verdadera Materia y el arte que prácticas. Rompes tu redoma y consumes carbones, sólo para reblandecer más tu cerebro con los vapores. También digieres alumbre, sal, oropimente y atramento. Fundes metales, construyes hornos grandes y pequeños y empleas muchos recipientes. Me pone enferma tu locura y me sofocas con tus humos sulfurosos. Con el más intenso calor buscas fundir el mercurio, que es la substancia vulgar volátil y no la materia que empleo para crear metales.

De esto resulta, que no haces nada. No sigues mis indicaciones o buscas imitar mis métodos, equivocándote en todo el proceso. Te valdría más ocuparte de tus asuntos y no disolver y destilar tantas substancias absurdas para luego pasarlas por alambiques, cucúrbitas, marmitas y destiladores. Con este método nunca conseguirás detener el mercurio. Para la revivificación emplea un fuego reverberante, y caliéntalo todo hasta el punto de licuar todo. Nunca descubrirás nada a menos que entres en mi taller en las mismas entrañas de la tierra, allí donde  incesantemente forjo los metales. Allí encontrarás la substancia que empleo y descubrirás el método de mi trabajo. No te creas que te revelaré mi secreto a menos que primero encuentres la semilla creciente de todos los metales (que se parece al de los animales y plantas). Conservo en el seno de la tierra, tanto lo que los genera como aquello de lo que se nutren.