martes, 22 de julio de 2008

Curiosidad



Én la imagen puede observarse a un Jardinero ejerciendo su más patente cualidad, es decir, la curiosidad, bien entendida, por supuesto.
La Naturaleza es tan vasta y desconocida, pero a su vez tan sencillamente asequible que tan sólo el que está acostumbrado a mimarla, estudiarla, cuidarla, seguirla y amarla, con suavidad y humildad, es capaz de verla en todo su esplendor.
Todo tiene sus ciclos y nuestra querida naturaleza no iba a ser menos. Al día le sigue la noche y a ésta de nuevo el día, invariablemente. A la primavera, el verano y al otoño el invierno. Lo que ocurre es que a fuerza de repetirse se nos ha vuelto, por así decirlo, tan habitual, que nadie se fija ya en esa maravilla cotidiana, extrapolable incluso a nosotros mismos ya que, a la inspiración le sigue la expiracion y a la vigilia el sueño, por poner un sencillo ejemplo.
Elegir una buena tierra, limpiarla, prepararla, volverla apta y plantar en ella la semilla adecuada son tareas sencillas pero que se vuelven complicadas por la falta de humildad que, curiosamente, comparte raíz con "humus" y también con "hombre". Se nos olvida lo importante puesto que sin una base adecuada y su correspondiente siembra no tendremos fruto y entonces nos quejaremos de la falta de alimento.
En la imagen, el jardinero está ejerciendo su curiosidad, asomándose más allá de los limites de su terruño particular. Esto sólo es posible porque tiene su campo bien cultivado, soleado, fresco y puro, donde conviven el dia y la noche en perfecta armonía.
De mayor, me gustaría ser un jardinero así aunque, de momento, me tendré que conformar con que no se me pierda la higuera que planté no hace mucho. La cuido tumbándome a su fresca sombra y perdiendo la mirada en sus hojas, sin prisas, pero sin pausa, respetando su ritmo y agradeciendo su ropaje, que sólo quien ha pasado largas hora a pleno sol sabrá reconocer y disfrutar.

jueves, 3 de julio de 2008

Una Idea

Hoy, viajando en transporte público, aventura que recomiendo a cualquiera que desee recibir una gran dosis de humanidad, he tenido una experiencia cuando menos curiosa que procedo a relatar a continuación y que me ha proporcionado una serie de ideas y meditaciones no menos curiosas que también añado:

Esta mañana, temprano, iba subiendo unas escaleras, en compañía de un un grupo surtido y variado de congéneres en número no inferior a 50, cuando en cierto momento he visto otro grupo no menos numeroso que las bajaba, en igual sentido pero en direccion contraria. Por unos instantes, mi discurso mental, que a esas horas suele ser torpe y lento, ha desaparecido por completo y he percibido a ambos grupos en su totalidad, como una unidad y no como entes individualizados. Es decir, les he visto subir a todos a la vez (cosa fácil de lograr simplemente intentando desenfocar algo la mirada) oscilando arriba y abajo en una especie de vaivén cadencioso que seguía un cierto ritmo; lo mismo ha ocurrido con el grupo que bajaba. La experiencia ha sido interesante y me ha servido para preguntarme y deducir ciertas cosas como las siguientes:

  • Por encima de la aparente individualidad, existe una conexión grupal o cuando menos "masal" (se me permite la expresión porque me la autorizo yo mismo), que aporta una sensación de pertenencia a una misma esencia aún cuando los ropajes sean variados y diferentes en cada caso.

  • Nuestra pequeña mente, enfrascada en sus intrincados laberintos intelectuales (o no) raramente permite que percibamos algo más que lo que se nos pone delante de nuestra vista.

  • Cuando por algun motivo deja de ejercer ese control, la percepción parece que es diferente, de unidad, de conjunto.
  • Sería algo así como el mar, que a simple vista parece una masa homogénea pero que visto al detalle está formado por millones de gotas individuales, separadas entre sí una de otra distancias a veces inconmensurables.

Me ha proporcionado alegría enorme darme cuenta que en realidad no hay soledad, pero también debo decir que me ha durado el tiempo justo en que la percepción grupal ha desaparecido y ha sido sustituida por los empujones, codazos y roces habituales.

Es la vida.