Casi siempre hacemos interpretaciones sobre lo que leemos, filtrando por el tamiz de nuestras expectativas, ideas y experiencias (o no) todo aquello que llega a nuestros ojos y, después, a la mente. Ello es más palpable y evidente en cuanto se refiere a los tratados herméticos o directamente alquímicos.
Alguno podría disertar aquí largo y tendido al respecto pero tratándose la Alquimia de una Ciencia de la Naturaleza sería pretencioso osar tal cosa ya que, seguramente, erraría, por lo que cedamos mejor la palabra a la propia Naturaleza en el párrafo siguiente, extraído del tratado titulado LA REFUTACIÓN DE LA NATURALEZA, aconsejable, por supuesto, para una lectura completa y sosegada.
No obstante, antes de ello no sería baladí seguir el consejo que al Lector ofrece el anónimo autor (aunque algunos lo atribuyen a Douzetemps) de un hermosísimo tratado donde los haya, el así llamado HORTULUS SAUCER.
AL LECTOR
Si lees mis versos con el corazón frío, mis versos se mostrarán fríos a tu corazón. Pero si tu corazón se muestra amoroso, arderás con el mismo fuego que abrasa a mi musa y que me consume de Amor.
Si lees mis versos con el corazón frío, mis versos se mostrarán fríos a tu corazón. Pero si tu corazón se muestra amoroso, arderás con el mismo fuego que abrasa a mi musa y que me consume de Amor.
LA REFUTACIÓN DE LA NATURALEZA (Jean de Meung)
Habla la Naturaleza:
¡Santo Cielo! ¡Cómo me entristece ver a la raza humana, a la que Dios creó perfecta, en Su Propia Imagen y Semejanza, llamada a señorear la tierra, alejarse tanto de mí!
Me refiero especialmente a ti, oh filosofastro impasible, que presumes de químico práctico y de buen filósofo y que sin embargo, careces de todo conocimiento acerca de mí, de la verdadera Materia y el arte que prácticas. Rompes tu redoma y consumes carbones, sólo para reblandecer más tu cerebro con los vapores. También digieres alumbre, sal, oropimente y atramento. Fundes metales, construyes hornos grandes y pequeños y empleas muchos recipientes.
Me pone enferma tu locura y me sofocas con tus humos sulfurosos. Con el más intenso calor buscas fundir el mercurio, que es la substancia vulgar volátil y no la materia que empleo para crear metales. De esto resulta, que no haces ada. No sigues mis indicaciones o buscas imitar mis métodos, equivocándote en todo el proceso. Te valdría más ocuparte de tus asuntos y no disolver y destilar tantas substancias absurdas para luego pasarlas por alambiques, cocurbitas, marmitas y destiladores. Con este método nunca conseguirás detener el mercurio. Para la revivificación emplea un fuego reverberante, y caliéntalo todo hasta el punto de licurar todo.
Nunca descubrirás nada a menos que entres en mi taller en las mismas entrañas de la tierra, allí donde incesantemente forjo los metales. Allí encontrarás la substancia que empleo y descubrirás el método de mi trabajo. No te creas que te revelaré mi secreto a menos que primero encuentres la semilla creciente de todos los metales (que se parece al de los animales y plantas). Conservo en el seno de la tierra, tanto lo que los genera como aquello de lo que se nutren.
2 comentarios:
Tengo entendido que para entrar en las entrañas de la tierra se requiere mucha humildad y según veo en ciertos "títulados prepotentes", el filosofastro impasible se caracteríza por su falta de ella.
Será algo así?
El abono entra muy bien en las entrañas de la tierra y ese humus (cuaya raíz etimológicamente hablando sugiere curiosas relaciones)es, efectivamente, muy humilde.
No obstante, no olvides que esta Ciencia es material.
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