martes, 24 de marzo de 2009

La Refutación



Casi siempre hacemos interpretaciones sobre lo que leemos, filtrando por el tamiz de nuestras expectativas, ideas y experiencias (o no) todo aquello que llega a nuestros ojos y, después, a la mente. Ello es más palpable y evidente en cuanto se refiere a los tratados herméticos o directamente alquímicos.
Alguno podría disertar aquí largo y tendido al respecto pero tratándose la Alquimia de una Ciencia de la Naturaleza sería pretencioso osar tal cosa ya que, seguramente, erraría, por lo que cedamos mejor la palabra a la propia Naturaleza en el párrafo siguiente, extraído del tratado titulado LA REFUTACIÓN DE LA NATURALEZA, aconsejable, por supuesto, para una lectura completa y sosegada.
No obstante, antes de ello no sería baladí seguir el consejo que al Lector ofrece el anónimo autor (aunque algunos lo atribuyen a Douzetemps) de un hermosísimo tratado donde los haya, el así llamado HORTULUS SAUCER.


AL LECTOR

Si lees mis versos con el corazón frío, mis versos se mostrarán fríos a tu corazón. Pero si tu corazón se muestra amoroso, arderás con el mismo fuego que abrasa a mi musa y que me consume de Amor.


LA REFUTACIÓN DE LA NATURALEZA (Jean de Meung)


Habla la Naturaleza:
¡Santo Cielo! ¡Cómo me entristece ver a la raza humana, a la que Dios creó perfecta, en Su Propia Imagen y Semejanza, llamada a señorear la tierra, alejarse tanto de mí!


Me refiero especialmente a ti, oh filosofastro impasible, que presumes de químico práctico y de buen filósofo y que sin embargo, careces de todo conocimiento acerca de mí, de la verdadera Materia y el arte que prácticas. Rompes tu redoma y consumes carbones, sólo para reblandecer más tu cerebro con los vapores. También digieres alumbre, sal, oropimente y atramento. Fundes metales, construyes hornos grandes y pequeños y empleas muchos recipientes.


Me pone enferma tu locura y me sofocas con tus humos sulfurosos. Con el más intenso calor buscas fundir el mercurio, que es la substancia vulgar volátil y no la materia que empleo para crear metales. De esto resulta, que no haces ada. No sigues mis indicaciones o buscas imitar mis métodos, equivocándote en todo el proceso. Te valdría más ocuparte de tus asuntos y no disolver y destilar tantas substancias absurdas para luego pasarlas por alambiques, cocurbitas, marmitas y destiladores. Con este método nunca conseguirás detener el mercurio. Para la revivificación emplea un fuego reverberante, y caliéntalo todo hasta el punto de licurar todo.


Nunca descubrirás nada a menos que entres en mi taller en las mismas entrañas de la tierra, allí donde incesantemente forjo los metales. Allí encontrarás la substancia que empleo y descubrirás el método de mi trabajo. No te creas que te revelaré mi secreto a menos que primero encuentres la semilla creciente de todos los metales (que se parece al de los animales y plantas). Conservo en el seno de la tierra, tanto lo que los genera como aquello de lo que se nutren.


2 comentarios:

Baruk dijo...

Tengo entendido que para entrar en las entrañas de la tierra se requiere mucha humildad y según veo en ciertos "títulados prepotentes", el filosofastro impasible se caracteríza por su falta de ella.

Será algo así?

El Hortulano dijo...

El abono entra muy bien en las entrañas de la tierra y ese humus (cuaya raíz etimológicamente hablando sugiere curiosas relaciones)es, efectivamente, muy humilde.

No obstante, no olvides que esta Ciencia es material.