lunes, 29 de septiembre de 2008

Diosa



Atenea, también conocida como Minerva, según la mitología elegida, es una diosa que me cae muy bien. Puedes conocer su historia aquí.
Es la diosa de la Sabiduría y por eso siempre iba a compañada de una ágil lechuza, también lo es de la guerra justa y de la estrategia. Jamás conoció consorte y por eso se la suele denominar añadiéndole el apelativo "Partenos".
Es decir, podemos decir que es una diosa interesante, casta, honesta y sabia, generadora o alumbradora de héroes; casi como si dijéramos que es la diosa que se necesita hoy en día donde los dioses son susituidos por los mortales vulgares y donde los héroes suelen ser peores que los villanos que pretenden combatir.
Permanecer virgen hoy en día, sin que este comentario tenga nada que ver con la castidad sexual, es sumamente difícil ya que constantemente somos bombardeados por la promiscuidad intelectual, se nos ofrecen palabras prostituidas y se comercia con el honor, la lealtad, la confianza, la amistad, la opinión y la vida, cualidades que todo buen jardinero celeste debería guardar como oro en paño.
Quizás en otro momento comentemos sobre el aspecto hermético de esta noble y bella diosa, y su vertiente alquímica, pero hoy no es el día ya que las musas están ausentes y para hablar de lo divino hace falta precisamente esa inspiración de tan arriba.
Terminamos con este breve relato que Plutarco nos dejó para deleite y mejor instrucción:

Un caso maravilloso ocurrido mientras se construían dio indicio de que la Diosa, lejos de repugnar la obra, tomaba parte en ella y concurría a su perfección. El más laborioso y activo de los artistas tropezó y cayó de lo alto, quedando tan maltratado que le desahuciaron los médicos. Apesadumbróse Pericles, y la Diosa, apareciéndosele entre sueños, le indicó una medicina con la cual muy pronta y fácilmente le puso bueno. Por este suceso colocó en la ciudadela la estatua de bronce de Atenea Higía junto al ara, que se dice estaba allí antes. Fidias hizo además la estatua de oro de la diosa, y en la base se lee la inscripción que le designa autor de ella.
Plutarco, Vida de Pericles xiii.8.

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