
Én la imagen puede observarse a un Jardinero ejerciendo su más patente cualidad, es decir, la curiosidad, bien entendida, por supuesto. La Naturaleza es tan vasta y desconocida, pero a su vez tan sencillamente asequible que tan sólo el que está acostumbrado a mimarla, estudiarla, cuidarla, seguirla y amarla, con suavidad y humildad, es capaz de verla en todo su esplendor. Todo tiene sus ciclos y nuestra querida naturaleza no iba a ser menos. Al día le sigue la noche y a ésta de nuevo el día, invariablemente. A la primavera, el verano y al otoño el invierno. Lo que ocurre es que a fuerza de repetirse se nos ha vuelto, por así decirlo, tan habitual, que nadie se fija ya en esa maravilla cotidiana, extrapolable incluso a nosotros mismos ya que, a la inspiración le sigue la expiracion y a la vigilia el sueño, por poner un sencillo ejemplo. Elegir una buena tierra, limpiarla, prepararla, volverla apta y plantar en ella la semilla adecuada son tareas sencillas pero que se vuelven complicadas por la falta de humildad que, curiosamente, comparte raíz con "humus" y también con "hombre". Se nos olvida lo importante puesto que sin una base adecuada y su correspondiente siembra no tendremos fruto y entonces nos quejaremos de la falta de alimento. En la imagen, el jardinero está ejerciendo su curiosidad, asomándose más allá de los limites de su terruño particular. Esto sólo es posible porque tiene su campo bien cultivado, soleado, fresco y puro, donde conviven el dia y la noche en perfecta armonía. De mayor, me gustaría ser un jardinero así aunque, de momento, me tendré que conformar con que no se me pierda la higuera que planté no hace mucho. La cuido tumbándome a su fresca sombra y perdiendo la mirada en sus hojas, sin prisas, pero sin pausa, respetando su ritmo y agradeciendo su ropaje, que sólo quien ha pasado largas hora a pleno sol sabrá reconocer y disfrutar.