jueves, 27 de noviembre de 2008

Lo Esotérico y el Esoterismo



Hoy en día está de moda lo esotérico, término que es utilizado, de forma perversa, como un cajón de sastre donde todo vale y todo sirve. Así, hay esoterismos para todos los gustos, a medida, y si no se encuentra uno que se adapte a nosotros, no hay de qué preocuparse que en seguida nos lo fabricarán.


Pero lo esotérico, el esoterismo no es un invento moderno, es algo que ha existido desde siempre en toda tradición, o, mejor dicho, en la Tradicion, independientemente de las diferentes ramas o ropajes que haya adoptado en cada tiempo y lugar. Mircea Eliade, el gran antropólogo, ya ha demostrado suficientemente los puntos comunes de todas las religiones, el tronco común que comparten, del que parten, y del que emanan cuales ramas frondosas para dar cobijo a toda vida.

Toda religión o tradición tiene su vertiente abierta o exotérica y otra menos conocida o divulgada o esotérica en justa correspondencia con los frutos donde cada uno tiene su hueso al que sólo se accede tras abrir o comer su parte externa.


En aras de intentar recuperar algo de dignidad, colocamos a continuación un artículo que aunque ya tiene varios años no es por ello menos válido o actual. Esperamos que haga reflexionar y sirva, cuando menos, para una correcta selección de las lecturas que cada uno haga en su camino personal.




ESOTERISMO CRISTIANO Y CRISTIANISMO ESOTÉRICO
Julio
Peradejordi
Capítulo extraído de “LA PUERTA: Sobre esoterismo cristiano”, Edt. Obelisco, 1990, Barcelona. Puedes pedir números atrasados o consultar más información al respecto en la página de LA PUERTA

Esoterismo y exoterismo son como las dos caras de una misma moneda, indisociables y complementarios. No hay posibilidad de esoterismo sin exoterismo, del mismo modo que, por ejemplo, no podemos beber agua si no disponemos de un recipiente que la contenga. Es el eterno problema del continente y del contenido. Si preferimos verlo desde otro punto de vista, diremos que la llama necesita tanto de la vela como la vela de la llama para poder dar luz.

Con todo, sigue existiendo una gran confusión entre esoterismo y exoterismo, entre el contenido y el continente. ¿Hemos de hablar de esoterismo cristiano o de cristianismo esotérico? ¿Cuál es el contenido y cuál el continente?

Numerosas formas de neoespiritualismo contemporáneo han contribuido sobremanera a confundir misticismo, simbolismo, espiritismo o parapsicología con el auténtico esoterismo, con la auténtica iniciación. Todo ello forma parte de lo que René Guénon ha denominado «la perversión del mundo moderno». (1) Derivada del verbo perverto, la palabra «perversión» significa ‘poner lo de arriba abajo’, ‘poner al revés’.

En el contexto del cual estamos ocupándonos, el origen de la perversión consiste precisamente en su confusión de lo espiritual con lo psíquico, y viceversa. En este «mundo al revés», por utilizar una expresión del Zohar, numerosos autores y escuelas dotados de un antitradicional afán de modernidad han colocado a lo mental y emocional en el lugar que le corresponde a lo espiritual. La repercusión de esta perversión, que abarca todos los ámbitos de la existencia, es amplia y compleja; no vamos a ocuparnos de ella. Lo que nos interesa, por estar íntimamente relacionado con esta perversión, es diferenciar lo que tanto algunos ocultistas como otros exponentes del neoespiritualismo del siglo pasado llamaron «cristianismo esotérico» del auténtico esoterismo cristiano presente en nuestra religión desde sus inicios.

El cristianismo esotérico apareció en escena a finales del siglo pasado ocupando el lugar que le correspondería al auténtico esoterismo cristiano, confundiéndose para mucha gente ambos términos. No es, pues, de extrañar la actitud francamente hostil por parte de los representantes de la Iglesia hacia cualquier forma de esoterismo. Desde la invención del «cristianismo esotérico», entre el público no especializado, sigue existiendo una confusión en cuanto a lo que son realmente el ocultismo y el esoterismo.

René Guénon, que ha estudiado suficientemente el tema para que no tengamos que extendernos más en él, concluye que más que de un «cristianismo esotérico», hemos de hablar de un «esoterismo cristiano», como podemos hablar, por otra parte, de un «esoterismo islámico», inseparables ambos de su correspondiente exoterismo.

«La adhesión a un exoterismo es la condición esencial para llegar al esoterismo», ha escrito Guénon. Y aquí la «perversión del mundo moderno» a la que hacíamos referencia, cualquiera que sea la manera en que se manifieste, no puede ofrecernos ningún exoterismo. ¡Fuera de la Iglesia no hay salvación! Conviene que meditemos en esta última frase.

Debido, pues, en gran parte, a la perversión moderna, es hoy en día más difícil que nunca no sólo acceder al auténtico esoterismo cristiano, sino también darse cuenta de lo que hay. Ello ha contribuido, además, a que, cual una planta falta de savia, el propio exoterismo cristiano se haya debilitado, a que el creyente se haya orientado más hacia lo social que hacia lo sagrado, a que el sentimiento religioso haya menguado en Occidente de un modo alarmante.

No es necesario que nos esforcemos en buscar ejemplos de este debilitamiento: teología de la liberación, proliferación de sectas, crisis de vocaciones, etc.

El hombre moderno se ha olvidado de Dios y ha erigido como dios a su razón. Ya Pablo VI escribía en un delicioso librito dedicado a la oración: (2) «El sentido religioso hoy parece haberse debilitado, apagado, desvanecido. Al menos así parece: Llamad como queráis a este fenómeno: desmitificación, secularización, autosuficiencia, ateísmo, antiteísmo, materialismo... pero el hecho es grave, sumamente complejo [...] e invade las masas, encuentra propaganda y adhesión en la cultura y las costumbres, llega a todas partes como si fuera una conquista del pensamiento y del progreso».

Es necesario plantear por qué es tan difícil detectar al esoterismo cristiano, y por qué existe una tendencia generalizada por parte de los aficionados al esoterismo a buscar en las sociedades secretas o en las religiones orientales y no en nuestra propia religión, en nuestra propia tradición.

Contestar como merece a estas dos preguntas exigiría unos conocimientos de los cuales carecemos y un volumen de información que, sólo por razones de espacio, no podríamos aportar.

Sin embargo, creemos interesante apuntar dos ideas que nos ayudarán, al menos, a acotar el problema. La primera es que, en la Edad Sombría que nos ha tocado vivir, es sumamente difícil acceder a cualquier tipo de esoterismo, cristiano o no, y más aún comprenderlo y encarnarlo.

En segundo lugar, creemos que es importante resaltar que el cristianismo es, ante todo, una revelación. ¿No resulta un tanto presuntuoso querer acceder a su meollo prescindiendo del Espíritu que lo ha revelado? ¿No es cuanto menos grotesco intentar beber en él si despreciamos o ignoramos el corpus exotérico que lo vehicula y contiene?

Según la doctrina hindú de los ciclos, nos hallamos actualmente en el Kali Yuga, la Edad Sombría. «Desde entonces, escribe Guénon, las verdades que en otros tiempos eran conocidas por todos los hombres, se han hecho cada vez más ocultas y difíciles de alcanzar; los que las poseen son cada vez menos numerosos y si el tesoro de la sabiduría no humana anterior a todas las edades no puede perderse jamás, se rodea de velos cada vez más impenetrables que lo disimulan a las miradas y bajo los cuales resulta extremadamente difícil descubrir».

Estamos, ciertamente, al final de un ciclo y no sólo hemos perdido el sentido del esoterismo, sino también el de algo íntimamente relacionado con él: el de simbolismo y de la exégesis.

Actualmente se suele confundir el símbolo con la cosa simbolizada e incluso a veces con la cosa que se utiliza como símbolo. Son legión los autores que, a pesar de su incompetencia manifiesta para penetrar en él, cada vez que han logrado detectar un símbolo, deducen ingenuamente que encubre elevados secretos esotéricos. Así, hay quien ve cátaros y templarios en cualquier ruina, o quien nos descubre misteriosísimas fórmulas alquímicas para hacer oro a bajo precio en el rosetón de cualquier catedral, sea ésta gótica o no. Pero eso no es esoterismo, ni cristianismo, ni nada que se les parezca; es, en el mejor de los casos, algo cercano a la idolatría, un anhelo vago de dar sentido a partir de lo que sabemos (o creemos saber) a aquello que, por definición, debería vehiculizar una sabiduría no humana.

La capacidad de exégesis es algo que, como la imaginación (3) parece faltarle al hombre moderno. Somos totalmente incapaces, por nosotros mismos, de ir más allá de la letra, del exoterismo, de las figuras históricas, de las meras representaciones que velan la realidad oculta de Dios. Ya Jámblico, el neoplatónico, en su De Misteriis Aegyptiorum sostenía que: «sin los dioses, ni siquiera podemos balbucir una palabra a propósito de los dioses».

Con todo, no es difícil darnos cuenta cuán poco serio es hablar de «Cristianismo esotérico», como si pudiera haber un cristianismo que en su intimidad no lo fuera. La simple lectura de los Evangelios a la luz de la tradición de los Padres de la Iglesia basta ya para que apreciemos que la doctrina cristiana o, si lo preferimos, las parábolas de Jesucristo tienen, como toda la Escritura, varias lecturas. (4) Podemos, por ejemplo, leer en Mateo XI, 25: «Doy gloria a ti, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y entendidos y las has descubierto a los párvulos».

O también:

«Entonces acercándose los discípulos le dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas? Él respondiendo les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos, mas a ellos no les es dado» (Mateo XIII, 10-11).

«Con muchas parábolas como éstas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír. Y sin parábolas no les hablaba aunque a sus discípulos en particular les declaraba todo». (Mateo XIII, 34).

Bastan estas citas para darnos cuenta de que en la enseñanza de Jesucristo hay algo escondido, no accesible a todos y, por lo tanto, «esotérico». Pero no basta con ser superinteligente o estar muy informado para tener acceso a ello.

En otro lugar donde también se advierte la presencia de una enseñanza esotérica en las palabras de Jesucristo, es en el comienzo del Evangelio según Tomás: «He aquí las palabras secretas que Jesús el Viviente ha dicho y que ha escrito Dídimo Judas Tomás: "Aquel que halle la interpretación de estas palabras no probará la muerte"».

Y por último, podemos también encontrar un ejemplo de lo mismo en un Padre de la Iglesia, Clemente de Alejandría, anterior al establecimiento del Cristianismo como religión oficial del Imperio. En el capítulo XII del primer libro de las Estromatas nos dice: «Puesto que la Tradición (sagrada) no puede ser una cosa común y pública, hay motivo para ocultar "esta sabiduría expresada en el misterio" (I Corintios II, 7) que el Hijo de Dios nos ha enseñado (...) Esta idea me impedía escribir y aún ahora tengo mucho cuidado en no "lanzar las perlas a los puercos, no sea que las pisoteen y se vuelvan y os despedacen" (Mateo VII, 6)». Si durante años la Iglesia no ha querido pronunciarse en lo que se refiere al esoterismo cristiano y ha criticado, con toda la razón del mundo, al cristianismo esotérico, no ha dejado por ello de ser consciente de que en Cristo están «escondidos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia (gnosis)» (Colosenses, II, 3).
Bástenos con citar unas palabras de Pablo VI que fueron televisadas el mes de diciembre de 1973: (5)

«Si pensamos en esta Santa Faz que, en la noche de la transfiguración en la montaña, cegó las miradas estupefactas de los tres discípulos, en la inolvidable aparición, en cierto modo esotérica, teológica que Jesús les descubría».

Aquí se halla, a nuestro entender, el auténtico esoterismo cristiano, el meollo de nuestra religión y no en las más o menos brillantes especulaciones de pseudo ocultistas sobre los cuerpos o planos astrales o en sus sorprendentes teorías sobre la reencarnación.

A la hora de la verdad, y al lado de la resurrección propuesta por el Salvador, todo ello carece de importancia.

Lo que sí nos parece importante es que si deseamos acceder al esoterismo cristiano seamos selectivos en nuestras lecturas y no nos dejemos engatusar por las desencarnadas teorías que nos proponen las sectas modernas pseudo esotéricas. Sin duda adelantaremos más estudiando nuestras Escrituras, practicando nuestros ritos e impregnándonos de los maravillosos símbolos que nos ha legado nuestra Tradición.


NOTAS
(1): Ver René Guénon, La crisis del mundo moderno, Ed. Obelisco, Barcelona, 1987.
(2): Pablo VI La Oración, Ed. Secretariado Trinitario, Salamanca, 1985.
(3): Utilizamos la palabra «imaginación» en su sentido auténtico (de imago: ‘imagen’), que diferenciamos de la mera fantasía (fantasma).
(4): Como indica Guénon en sus Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada, existe una traducción española en Ed. Paidós, Barcelona, 1997) pp. 38-39 de la edición francesa, «La existencia de un esoterismo cristiano en la Edad Media es algo absolutamente cierto [...] y no se trata en modo alguno de una forma especial del cristianismo, se trata del lado «interior» de la tradición cristiana».
(5): Reproducido en Documentation Catholique del 16-12-73.




martes, 25 de noviembre de 2008

Tránsición




Ha muerto un hombre. Sí, uno más de los cientos de miles que lo hacen a diario en diferentes circunstancias y lugares. La muerte hermana ya que es el final que ni siquiera los Patriarcas, por mucho que prolongasen su vida más allá de los límites del resto de sus contemporáneos, pueden evitar. Dios lo ha dispuesto así y así debe ser.



Pero este hombre que ha entregado su alma tenía algo especial, un amigo capaz de escribir uno de los elogios, dedicatorias o epitafios más sinceros, honestos y hermosos que haya podido leer.


Sólo puedo decir que a mi me gustaría tener muchos amigos así y que me dedicasen aunque sólo fuera un texto parecido y también me gustaría ser capaz de poder ser, a mi vez, amigo así de mis amigos y poder elogiarles con tanta inspiración y elegancia.
Lo pongo a continuación como muestra de honor y respeto.


Ignaci de Cardona, mi amigo, ha entregado el alma a Nuestro Señor. Ahora está Visitando el Interior de la Tierra, siendo Rectificado y Encontrando la Oculta Piedra que en vida tanto buscó. Nunca he conocido hombre que haya sufrido tanto en esta vida sin perder jamás de vista la Estrella Polar de Dios, sin vacilar jamás en la única pesquisa que importa.



Era mi hermano mayor y como tal lo he amado y de igual forma me he sentido amado por él. Ahora lamento no haber estado más cuando debía: no supe hacer más y lo digo públicamente y con vergüenza.



Su bondad humana, trágicamente aleada con su enfermedad, hizo de él un hombre irrepetible, lúcido en la sobriedad como lúcido en la ebriedad. Jamás ví a nadie tan poco dotado, tan inutil, para el mal. En tantos años de amistad, nada puedo reprocharle que no pueda disculparle sobradamente en razón de su corazón traspasado por un sufrimiento que sólo pude intuir.



Mientras él rezaba para que Dios lo recuperara para sí, nosotros rezábamos al mismo Dios para que le conservara entre nosotros; él protestaba por esto amorosamente, hasta que su fé pudo más que la nuestra.



Me hizo albacea testamentario suyo: procuraré dar honor cumplido a lo que en su momento y libremente me expresó. Quisiera ser fiel a su intención y plasmarla con la dignidad que este hombre merece.



Ha cruzado a la otra orilla y ya no volveremos a verlo en este siglo. Pido al Padre Todopoderoso que le perdone los escasos pecados que cometió y que desde su escaño en la divina Academia, siga prodigándonos su discurso fácil, siempre profundo, lleno de inspiración y verdad. Solicito una oración por su alma a todos los hombres de buena voluntad.


Y que la Luz Perpetua brille sobre él en los siglos de los siglos. Amén.








Catena Aurea




La Naturaleza, qué término tan hermoso y tan amplio y, al mismo tiempo, tan interpretado, manipulado y utilizado al gusto de cada cual, por no decir, tan olvidado. En esta era de modernidad, donde todo lo que no sea técnico o suene a técnica útil y específica, es denostado, ignorado y degradado, nos olvidamos que no hay mejor técnica que la propia naturaleza, que opera en sus hornos, gestiona sus producciones y entrega generosamente lo que produce; que nuestro propio cuerpo funciona de forma admirable, sin intervención externa, alterado sólo en su accionar por influencias nefastas de toda índole que gustosamente le proporcionamos, física y mentalmente.


No está de más recordarla de vez en cuando, antes de que se convierta en un reportaje virtual o que algunos sólo sepan lo que es consultando la wikipedia.

Coloco a continuación un breve extracto de un tratado titulado CATENA AUREA HOMERI, del que no conozco exista traducción alguna al castellano. En concreto, habla de lo que es la Naturaleza y de lo que debe entenderse por la misma. Es cierto que en casi todos los tratados de esta hermosa Filosofía Hermética se hace mención a la Naturaleza y sobre ella y su distinción ya existe una entrada en este mismo blog que puedes consultar AQUÍ. ( Si alguien conoce, posee o sabe de una traducción completa, le estaríamos infinitamente agradecidos si nos lo comunicase).


PRIMERA PARTE
De la generación de todas las cosas naturales

CAPÍTULO I
Lo que es la Naturaleza



La Naturaleza es la masa de todos los seres que componen este mundo visible, y el principio distinguido de Dios, que lo emanó y lo anima.

Del origen de la Naturaleza o de qué nacen todas las cosas naturales.

Dios ha creado la Naturaleza de la nada por la virtud de su Verbo eterno. Él lo quiso y el Verbo engendró un vapor, una niebla o un humo inmenso, e imprimió allí su virtud, es decir, un espíritu lleno de fuerza y de poder. Este vapor se condensa en un agua que los Filósofos han llamado universal y caótica, o simplemente caos, es de esta agua de la que el universo ha sido formado, es ella la que ha sido, la que aún es y la que será siempre, la materia primera de todas las cosas naturales.

La generación del mundo por el Verbo no es, sin duda, menos incompresible que la propia generación de este Verbo Divino; pero nos es suficiente saber, por la inteligencia de la Naturaleza, que todo lo que existe no era al comienzo más que un vapor animado por su espíritu, y que este vapor se hizo palpable en forma de agua.

No habrá problema en concebir que el mundo ha sido formado de un vapor que se ha condensado en agua, si se considera no sólo que el agua se transforma en vapor y el vapor en agua, sino que todos los cuerpos se transforman en vapor y en agua en sus disoluciones, como demostraremos en la segunda parte de esa obra.

Es fácil observar que el agua se vuelve vapor, lo vemos claramente en verano, cuando el sol calienta las aguas de los lagos, de los ríos, de las fuentes etc., elevándose vapores que se dispersan en el aire.

Un campesino ve en su hogar, cuando hace hervir agua en una marmita, que el agua se vuelve vapor humeante y si él quiere, puede, por la ebullición, reducir y cambiar toda su agua en vapor.

Vemos también que los vapores se vuelven agua: cuando las nieblas se espesan en nubes, estas nubes se resuelven en lluvia o nieve, y vuelven a su origen.

El campesino no ignora esto, y lo padece a su pesar, cuando se ve obligado a trabajar bajo grandes calores, todo su cuerpo transpira, y este vapor que sale se transforma en agua, que chorrea por su espalda y que, comúnmente, llamamos sudor.

Todos los destiladores ven también que los líquidos se elevan en forma de vapor en el capitel de su alambique, y se condesa y resbala por el pico, gota a gota o en regueritos.

En fin, lo único que vemos entre el cielo y la tierra es vapor, humo o agua, que empujados por el calor central de la tierra, son empujados y elevados sobre nuestra esfera compuesta de agua y tierra, a la región del aire, y si pudiésemos percibir las sutiles emanaciones o los sutiles vapores de los cielos, veríamos sus influencias, que descienden desde lo alto a lo bajo, se mezclan y se unen con los vapores terrestres que se subliman en lo alto; pero si no podemos verlos a causa de la debilidad de nuestra vista, los debemos concebir por nuestro espíritu, luego se harán palpables mediante la práctica de la química, y sentir que todo lo que llega al microcosmos, llega también al macrocosmos, y que lo que está arriba es como lo que está abajo.

Podemos también considerar como cierto que la primera materia de este gran mundo es el agua caótica o un vapor reducido en agua, y hay dos cosas a considerar en esta agua universal: una visible, que es el agua, y la otra es el espíritu invisible que le es inherente, de manera que se puede decir que esta agua es doble, es decir, dos cosas en una.

El agua sin espíritu estaría sin fuerza, el espíritu sin agua estaría sin acción, porque hace falta necesariamente que haya un cuerpo para operar las cosas corporales y Dios ha querido que sea el agua el medio mediante el cual este espíritu pueda operar todo en todas las cosas, y que a través de ella, el espíritu pueda penetrar, ablandar, formar y destruirlo todo.Así pues, el agua es el sujeto o el paciente, el cuerpo, la habitación y el instrumento, y el espíritu es el agente que opera todo en ella y por ella, el punto seminal y central de todas las cosas naturales.






martes, 18 de noviembre de 2008

Bibliotheka Antiqva





Un blog que recomiendo sea visitado por todo aquel verdadero amante de los libros que realmente merecen la pena, al menos antes de que sean destruidos en aras de cualquier modernismo feroz.


jueves, 13 de noviembre de 2008

Renacimiento



En la siguiente dirección se puede encontrar una auténtica maravilla cual es una recopilacion de los bocetos y dibujos de Leonardo Da Vinci, el gran genio del Renacimiento.

Renacimiento, renacer, volver a nacer, regenerarse, re (cosa) nacer (que nazca la "cosa" algo), son todos sinónimos que se complementan y explican mutuamente unos a otros. Y es algo muy necesario y mucho más frecuente de lo que podamos pensar o creer ya que a diario nacemos y renacemos multitud de veces, nuestras células están constantemente haciéndolo, también cuando cambiamos de estado de ánimo en cierto sentido es un morir y un renacer, ¿y acaso enamorarse de nuevo no es también un renacer glorioso?.

Todos, seguramente, hemos notado esa nostalgia que nos embarga cuando viajamos y miramos distraidamente el paisaje movible a través de la ventanilla, un "no se qué" que nos hace, sin embargo, sentirnos muy bien: disfrutamos más del viaje en sí que de llegar a nuestro destino.
Renacer, sí, creo que es una buena opción y, en cuanto tenga tiempo y oportunidad, me dedicaré a fondo a ello.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Inteligencia


Si queremos conocer la fuerza del genio humano, leamos a Shakespeare.
Si queremos conocer la insignificancia del saber humano, leamos a sus comentaristas.
William Hazlitt

Hoy en día estamos rodeados de inteligentes: hay expertos hasta para elegir la sopa más adecuada para cada día de la semana. Este tipo de inteligentes modernos son capaces de comentar, explicar y rebatir cualquier argumento, libro, texto sagrado o no, en base única y exclusivamente a sus conocimientos generales o específicos de una materia. Un experto en economía cobra autoridad, si es conocido, para poder hablar de psicología, ética, filosofía, historia, o incluso de cómo ponerse adecuadamente el sombrero (para quien aún lo siga utlizando) en cada ocasión.
Curiosamente, a mayor especificidad en el conocimiento (no digamos ya en el Saber, que seria una incongruencia total) mayor universalidad en la opinión. Porque lo que ocurre es eso, que se opina, simple y llanamente se opina y, como la ignorancia es muy atrevida, tras la primera opinión, que se ve que no solamente no es criticada sino que, además, se vuelve importante y admirada, las demás fluyen libremente sin tapujos ni vergüenza alguna.
Esto ocurre, como no podía ser de otro modo, con los textos sagrados de cualquier cultura y/o tradición y más particularmente con los textos que bajo la rúbrica de esotéricos pululan por doquier. Porque bajo esta etiqueta, "esotérico", se ha configurado un cajón de sastre donde todo vale con tal de que no sea entendible por la mayoría (o por la minoria que los interpreta y opina sobre ellos). Así, en ese mismo cajón encontramos auténticas maravillas, como el Poimandres de Hermes, unidas a verdaderas invenciones, como el denominado Teosofismo de Blavatsky (para diferenciarlo afortunadamente de la Teosofía de Theos - Dios y Sophia, Sabiduría: sobran los comentarios ya en el mismo nombre).
Y es que está de moda opinar, y si no se conoce el objeto de la opinión mejor que mejor. Todos saben de todo y asistimos a un auténtico espectáculo con el tema de la crisis global donde resulta que por un lado todo el mundo sabe cómo ha ocurrido, el por qué y de qué forma podía haberse evitado y, por otro lado, nadie lo dijo antes de que ocurriese, esperándose a después.
Esta forma de opinar, se vuelve lamentable cuando se realiza sobre textos herméticos donde los opinadores filtran en base a sus expectativas, ideas, cuando no prejuicios, todo lo que leen, dejando a un lado el espíritu que guió su creación y composición y centrándose únicamente en su mente racional que desconoce aquella cosas "de las que el corazón entiende".
¿De qué forma podría entenderse si no la afirmación de que todo el universo es mental? ¿La confusión entre mente y pensamiento es tan difícil de discernir? ¿El intelectual moderno, cual computadora con el disco duro lleno de datos es mejor que la idea del intelecto tradicional? ¿Hoy en día cualquiera está por encima de alguien del pasado?
La acumulación de datos no es Saber, de igual forma que la acumulación de ideas no es Conocer.
A mi me gusta mucho más lo fértil que lo estéril, y es por eso que cuando llega a mis manos un texto interesante, escrito desde lo más profundo del corazón y en uso pleno del Intelecto, me vacío cual cisterna y me dejo empapar por lo que allí se diga, en una especie de ejercicio de similitud vibracional que, a pesar de lo que puedan decir los opinadores, me ha producido resultados naturalmente asombrosos.
Así, disfrutando de ese baño, curiosamente se aprende a nadar y a conocer las diferentes especies que viven en este mar.